20/01/14 - 16:08hs
Pasan los días, y CFK sigue sin aparecer. Se refugia en el silencio, mientras la crisis económica no da tregua. Un gobierno que carece de poder.
La corona es la insignia que usaron los emperadores y reyes, desde la Edad Media, como símbolo de su autoridad. En muchos sentidos, el gobierno kirchnerista actuó, durante años, como si fuese una monarquía. Tuvo una suerte de suma del público con los llamados superpoderes para redistribuir discrecionalmente los recursos presupuestarios; armó listas a dedo, ubicando en las nóminas candidatos testimoniales que nunca asumieron sus bancas, y persiguió -desde el Estado- a muchos empresarios y ciudadanos que se atrevieron a manifestar públicamente su disenso con las políticas gubernamentales.
Luego de la derrota en las elecciones legislativas del año pasado, que sepultó para siempre cualquier posibilidad de que Cristina Kirchner pueda aspirar a una nueva reelección, la reina comenzó a quedarse sin corona. Y la pérdida de poder se aceleró en los últimos meses, producto de una situación económica explosiva: la suba del dólar blue y la abrupta caída de reservas son una clara muestra de ello.
La reina está cada vez más distante del trono. Reunirse con algunos de sus funcionarios obsecuentes en el Sanatorio Otamendi, donde se encuentra internada su madre, es una cabal muestra de la anarquía reinante en la administración K.
Para encontrar una figura presidencial tan desdibujada, hay que retrotraerse a lo que sucedía en el año 2011 cuando Fernando de la Rúa había perdido casi todo el poder que le habían dado las urnas y era absolutamente incapaz, junto a sus colaboradores, de dar respuesta a la aguda crisis económica, social y política que existía en el país.
Pasaron más de 12 años desde la huida en helicóptero del entonces presidente, y nos encontramos en una situación similar. La Argentina actualmente tiene una primera mandataria ausente: hoy se cumplen 40 días de su último discurso. A partir de ese momento, se mantuvo en silencio. Eso no es todo. Ayer se cumplió un mes de la última actividad oficial de la primera mandataria, donde se dejó fotografiar. Luego de eso, fue todo la nada misma.
En un sistema marcadamente presidencialista como el que existe en la Argentina, que lo propios Kirchner se encargaron de reforzar gobernando con un egocentricismo que en muchas ocasiones llegó al paroxismo, una ausencia tan prolongada de la primera mandataria sólo puede generar una aguda incertidumbre.
De esta manera, si durante una década se construyó un sistema con una cabeza y un círculo de aplaudidores sin capacidad ni poder de decisión, es lógico que haya una crisis cuando esa cabeza ya no está. Lo más grave es que esta suerte de anomia en la que se encuentra inmersa la administración K, lo único que conlleva es que haya un absoluto descontrol y una marcada falta de criterio.
Por ejemplo, que un inexperto e ineficiente ministro de Economía, como Axel Kicillof, que se dice marxista, sea enviado a negociar con los buitres del Club de Paris la renegociación de la deuda externa, muestra la ausencia de materia gris en la administración K.
En ese sentido, supuestamente, el kirchnerismo estaría dispuesto a desembolsar unos 3000 mil millones dólares para pagar parte de la deuda a ese club de acreedores. Se trata de recursos que saldrían de las reservas del Banco Central que, como se sabe, vienen en franca caída, lo que genera aún más incertidumbre en materia económica.
Una vez más, el kirchnerismo busca favorecer a los acreedores de una deuda fraudulenta e ilegítima, sin siquiera realizar una auditoría independiente, a costa del hambre y pobreza de 11 millones de argentinos que, en caso de seguir este mismo rumbo económico, serán mucho más en el corto plazo.
Una deuda fraudulenta e ilegítima
El Club de París es una asociación de países acreedores, cuya función es coordinar formas de pago y renegociaciones de la deuda externa de los países deudores. O sea, acordaron unidad para tener más fuerza y más poder de coacción, aunque los créditos provengan de los más dispares orígenes.
Se estima que la deuda total de la Argentina con estos países es de unos 9.000 millones de dólares. Pero, a partir del default de 2001, sumando los intereses y punitorios, la deuda total se habría incrementado en un 50%. Es decir, superaría los 13 mil millones de dólares.
En 2008, por un decreto, se habilitó el uso de reservas del Banco Central para el pago de esta supuesta deuda, cuyo origen se remonta al gobierno usurpado por el régimen de 1976 o sea, en consecuencia perfectamente objetable, no sólo por su origen espurio, sino también porque las sumas resultantes no han sido usadas en beneficio de la población del país.
Cristina Kirchner llegó a decir que la deuda con el Club de París "debe ser una de las más genuinas" que tiene el país porque sirvió para financiar proyectos productivos. Fue una mentira canallesca. Sin ir mas lejos, la deuda que se contrajo con Alemania fue por un crédito pedido por la última dictadura militar –más precisamente por el genocida Eduardo Emilio Massera- para fabricar submarinos en el astillero Domecq García, con apoyo del grupo alemán Thyssen, que nunca se hicieron.
Asimismo, según una investigación del senador Fernando Pino Solanas, a partir de documentos oficiales de 1987, uno de los créditos reclamados por Holanda no debía pagarse por ser producto de acciones irregulares y delictivas. Es el llamado Caso Cogasco: los fondos nunca ingresaron al país, pero fueron registrados como deuda de Gas del Estado. Además, funcionarios de la dictadura endeudaron a las empresas públicas para alimentar la fuga de capitales y la “plata dulce”. Son hechos que no hablan de deudas genuinas. A su vez, en 2000, ante la crisis de la convertibilidad, se contrajo una deuda con España que terminó en la fuga de capitales.
Con los 3000 millones que el gobierno le quiere pagar al Club de París, es posible reconstruir a nuevo el colapsado sistema nacional de transportes: los trenes interurbanos que unían las provincias y los ferrocarriles de carga con 300 locomotoras y 16.000 vagones nuevos. Con la otra mitad se podría recomponer la flota marítima y fluvial dotándola con 40 barcos graneleros nuevos de 30.000 toneladas junto a varios petroleros, barcazas y navíos fluviales.


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