Martes 14 de enero de 2014
Por Carlos Berro Madero
“Cuando las emociones están fuera de control
y son demasiado extremas y persistentes, se vuelven patológicas, provocando
simultáneamente una depresión inmovilizante y una ansiedad abrumadora” (Daniel
Goleman)
Para entender la fase de “mudez” de la actual
Presidente, hay que tener presente las características de una realidad política
y económica desastrosa que es IMPUTABLE SOLO A ELLA Y SU MARIDO.
Hay muchas tormentas desatadas en algunas
personas por su incompetencia, que impiden el fortalecimiento de su dedicación
a dominar determinados estados de ánimo. De tal manera, ocurre dentro de ellas
una gran “agitación” proveniente del fuerte impacto que esto causa en su cerebro
emocional que les impide superarlo sin ayuda, generalmente farmacológica.
El drama de la Argentina es hoy la absurda y casi
adolescente dependencia de la ciudadanía con Cristina y sus
“avatares” neurológicos, en un momento en que parece estar atravesando
una severa fase de depresión, evidenciada por las órdenes
totalmente contradictorias impartidas constantemente, sin que demuestre
saber
cuál es la razón por la que una gran mayoría de ciudadanos no le demuestre reconocimiento alguno por sus éxitos (¿).
cuál es la razón por la que una gran mayoría de ciudadanos no le demuestre reconocimiento alguno por sus éxitos (¿).
Habitualmente envuelta en una soberbia rayana con
el delirio, ha evidenciado siempre sentir que el mundo había sido “algo” a
partir de su llegada a la política y dejaría de serlo si ella desapareciera
del escenario.
Para comprender mejor todo esto deberíamos
recordar que gran parte de la inteligencia intrapsíquica depende de nuestra
salud emocional inconsciente, como sostenía Freud, que es la que se agita en
nuestro interior en tanto no consigamos RELACIONAR NUESTRAS
AMBICIONES PERSONALES CON EL DERROTERO FINAL DE NUESTROS LOGROS.
Cuando recibimos señales de una realidad
totalmente contraria a nuestras “sensaciones” interiores, se “revuelve” nuestra
personalidad y aparece el temor. Éste a su vez dispara una sensación de fracaso
que nos sumerge en una depresión.
Sobrellevar el destino es lo que importa cuando
ya no se pueden tomar las riendas con la mano para “conformarse” con él, decía
el creador de la logoterapia Víctor Frankl, y cuando ya no hay posibilidad de
“obrar”,es decir cuando no es posible ejecutar una acción para elaborar
la mencionada “conformidad”, sería preciso SALIR A SU ENCUENTRO CON DIGNO
ADEMÁN.
También hay algo de Goethe al respecto: “no hay
situación que no se pueda ennoblecer, sea por una acción positiva, o bien por
medio de la resignación“.
Cristina Fernández ha perdido la brújula y no
sabe cómo obrar, demostrando ser incapaz de encarar una acción positiva para
sus actuales penurias al carecer de resignación ante lo que le está sucediendo.
Su vida es seguramente hoy un “sinsentido” y da la impresión de que no logra
acostumbrarse a esa idea.
Al considerarse a sí misma como un “mujer de
éxito”, se empeña en no revisar sus errores y estropea cualquier posibilidad de
adaptarse a una crisis, poniendo de manifiesto su escape de una realidad que no
quiere ver.
Si la Presidente no reacciona pronto con
inteligencia “aplicada” (no vemos que lo haga por el momento), verá agravarse
sus males al punto en que entrará en la última fase de su calvario psicológico:
LA DESESPERACIÓN.
Su única “bala de plata” está constituida por los
ineficientes que eligió para acompañarla (principalmente los imberbes
integrantes de La Cámpora), por lo que vemos muy poca chance de que acierte
a afrontar la terminación de su mandato con el “digno ademán” señalado por
Frankl. Más aún, como no se avizora su “conversión” al escenario señalado, lo
más probable es que termine muy mal.
Ante la debacle del gobierno kirchnerista, nos
surgen, como epílogo de estas reflexiones, las palabras de la escritora
estadounidense Alice Walker, que le dedicamos a la Presidente: “siempre hay que
enseñar a nuestro corazón a no desear algo que no podrá obtener”.

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