11/12/13
Realmente, la jornada de ayer, al haberse cumplido el 30º aniversario del retorno a la democracia, fue un día para el olvido. El kirchnerismo montó un circo lamentable en la Plaza de Mayo, con artistas mediocres y cómplices, cuyo abultado cachet pagamos todos los ciudadanos con nuestros impuestos, en momentos en que hay 11 muertos y cientos de comerciantes afectados por la ola de saqueos y por el descontrol que se vive a lo largo y ancho del país.
Lo más triste fue el discurso de la primera mandataria que, como si fuese una broma de muy mal gusto, encabezó un acto repleto de aplaudidores para salir a decir que el espectáculo circense o la fiesta “era una forma de homenajear a los que cayeron”, sin hacer ningún tipo de autocrítica respecto a las consecuencias de las políticas sociales y económicas que instrumentaron tanto ella como su marido muerto en la última década.
Con poco éxito, Cristina ayer intentó mostrarse conmocionada al afirmar que le daba “vergüenza” ver como a saqueadores se movilizaban en autos y camionetas 4 x 4, cuando -en realidad- lo que están poniendo de manifiesto los saqueos es que en la Argentina se está viviendo una profunda crisis social. Luego Cristina se dedicó a criticar a las fuerzas policiales, tildándolas de “antidemocráticas” diciendo que debería seguir el mismo camino de las fuerzas armadas. Si hay alguien desprevenido, le recordamos que las fuerzas armadas (que nada tienen que ver con los genocidas de la ultima dictadura) atraviesan por su peor momento de la historia: sólo el 17% de los aviones de la Fuerza Aérea están operativos, los buques de guerra de la Armada se hunden solos y el Ejército tienen un poder de fuego que sólo le duraría algunas horas ante cualquier conflicto bélico. Si ese es el futuro que le espera a las policías, que deberían estar enfrentando las hordas de saqueadores, el futuro de la Argentina no pinta para nada bien.
El “broche de oro” fue tener que escuchar a la primera mandataria recordar sus orígenes en La Plata, que obviamente nada tiene que ver con su fabuloso presente patrimonial (su riqueza, que incrementó 10 veces en la “década ganada”, es superior a la de Barack Obama), y afirmar; “soy hija de trabajadores y nunca me sobró nada, pero jamás se me ocurrió ir a robar un televisor mejor del que tenía”. ¿Fue un lapsus, una sugerencia de un asesor dislocado o lo dijo realmente convencida?, ¿se habrá enterado de que el país, hace 45 años, cuando ella era adolescente, era absolutamente diferente al actual ya que no existía marginalidad y había pleno empleo?, ¿la presidenta considera que es un mérito no haber salido a saquear?
El resultado
El estallido de los últimos días fue el resultado de años y años de infame clientelismo político, de miles de millones de dólares que, en lugar de impulsar políticas para reactivar el aparato productivo y que haya trabajo genuino, llevó a que uno de cada tres argentinos dependa de planes sociales o de las dádivas que discrecionalmente reparte el gobierno a través de sus punteros.
Hay una generación de argentinos excluidos que jamás vieron trabajar a sus padres, que no tienen la más pálida idea de lo que significa la cultura de poder progresar en escala social con el sudor de su frente. Y esto es el resultado de un proyecto político que apuntó a alimentarse del voto fácil, bajo la amenaza de que si los que hoy viven del Estado no apoyan al gobierno de turno puede perder la asignación o quedarse a fuera de determinado plan social. Miles de familias se acostumbraron a recibir sin dar absolutamente nada a cambio, rompiendo así con un pilar fundamental de lo que Perón denominaba la comunidad organizada. No por casualidad, una de las verdades justicialistas, afirma “el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”. Este axioma, lamentablemente, ya no existe en la Argentina. Por eso, la década de Néstor y Cristina, nada tiene de peronista.
Solamente una persona que no tiene absolutamente nada que perder, que no cuenta con la más mínima posibilidad de progresar viviendo en sociedad, puede animarse a saquear un comercio, frente a cámaras de seguridad, con la posibilidad cierta de recibir un balazo en cualquier momento. Y esto sólo puede darse en una comunidad quebrada, con lazos sociales absolutamente deteriorados, producto de la marginalidad y la consecuente promiscuidad que es el caldo de cultivo para que se desarrolle el crimen organizado y los carteles del narcotráfico que, tal como venimos advirtiendo en las páginas de Hoy desde hace mucho tiempo, se instalaron y se desarrollaron en nuestro país ante un gobierno que convirtió las fronteras y los puertos en coladores.
La droga, como también lo viene alertando la Iglesia, está causando estragos en la sociedad, constituyendo un componente más que importante para la conformación de las hordas de delincuentes que atentaron contra la propiedad privada de comerciantes en distintos puntos del país.
Asimismo, los factores que contribuyeron a que hoy tengamos estas hordas de saqueadores no surgieron de un día para el otro. Es la conclusión de un proceso que ya lleva varios lustros. Pero, lo que resulta inaceptable, es que el kirchnerismo quiera hacerse el desatendido, cuando está hace más de una década en el poder.
Por más que los médicos la hayan autorizado a viajar en avión, parece que todavía no pudieron sacar a CFK de la nube de gas en la que parece estar viviendo desde mucho tiempo, que le impide ver la realidad.
Mientras la primera mandataria no se hace cargo de nada, y reparte las responsabilidades dictando sentencia a diestra y siniestra, cada vez más ciudadanos –que paradójicamente con sus impuestos financian los planes sociales que reciben muchos de los fueron a saquear- se están pertrechando para defender con balas todo lo que pudieron conseguir durante una vida de trabajo. Eso y la anarquía significan prácticamente lo mismo.


No hay comentarios:
Publicar un comentario