diciembre 16, 2013
La semana que pasó demostró nítidamente que la presidente sigue
teniendo la última palabra y ejerciendo un verticalismo total en el
kirchnerismo. La diferencia con los diez años anteriores es importante:
ese liderazgo se queda en su espacio político pero ya no extiende a la
sociedad civil que, agobiada por la inflación y la corrupción, está
generando un vacío de poder cada vez más pronunciado y que vaticina un
verano caliente. No sólo por la temperatura agobiante sino por la
fractura del cuerpo social, ya que este gobierno destruyó casi todas las
reglas de convivencia y ahora tiene a la vista los resultados
desastrosos de su gestión, que recién empiezan a sentirse en toda su
dimensión.
Es que, aunque no hay una oposición que se lo reclame, bastan los desaciertos de este gobierno para acelerar los tiempos. Y un punto culminante, aunque parezca una anécdota, fue el baile de la presidente mientras morían 14 personas víctimas de los saqueos, una imagen que le habría costado varios puntos más en baja. Ya no la cubre el manto de piedad que le otorgó la sociedad por sus problemas de salud. La imagen personal se derrumbó y no hay signos de que esa situación pueda revertirse, ya que la inflación tendrá un piso del 3,5% en este diciembre. Y el Banco Central, gracias a las liquidaciones de apuro de la empresa Chevron, logró el viernes último sumar sólo 75 millones de dólares a sus reservas con relación al viernes anterior. Claro que, si se compara con los más de 500 millones de dólares que venía perdiendo por semana, es muy poco.
A Chevron le quedan para liquidar más o menos sólo 600 millones de dólares y hay que ver cómo funciona la letra emitida a favor de las cerealeras pagando un interés abusivo como es la de seguir la devaluación del dólar oficial que se hace a un ritmo del 7% mensual. Esto, a lo sumo, sirve para mantenerse en los 30.000 millones de dólares hasta el 20 de enero más o menos. Después de esa fecha y hasta fin de mayo, que es cuando se liquida la cosecha gruesa, se puede llegar a una situación límite.
En medio de este clima de indisciplina social, se produjo el escandaloso negociado de Cristóbal López con sus tragamonedas de la Capital Federal, con la complicidad de Mauricio Macri. Ayer en La Nación se da cuenta de que Lázaro Báez les garantizaba a los Kirchner un tercio de las habitaciones del hotel Los Sauces de la familia presidencial se ocupen o no las habitaciones. Otro tercio, en este caso de asientos de avión, iba para la deficitaria Aerolíneas Argentinas. De ahí la cerrada defensa presidencial de la gestión de Mariano Recalde por garantizar éste las ganancias de su propio hotel.
A todo esto se agrega la suspensión del fiscal José María Campagnoli por investigar a Lázaro Báez y al hermano “barra brava” de la flamante ministra de seguridad. Esto refuerza la intención en medios políticos y judiciales de avanzar con la “cosa juzgada írrita”. Es decir, la posibilidad de que en el futuro se anulen las sentencias que consagraron la impunidad penal de la familia presidencial y de sus empresarios testaferros como Báez, Cristóbal López o Gerardo Ferreyra, de la menos conocida Electroingeniería. Así las cosas, la inflación descontrolada, la impunidad obscena, la pérdida de reservas del BCRA configuran un vacío de poder alarmante que en pocos meses debería ser ocupado por algún sector político.
Hacia el abismo
En efecto, la escalada de huelgas policiales en las provincias y los saqueos en varias ciudades por grupos marginales y barras bravas alentadas en su momento por el cristinato ahora se le vuelven en contra a la Casa Rosada. La designación de María Cecilia Rodríguez como ministro de seguridad con un hermano conectado en el reparto de entradas a la barra brava de River, conocida como “los borrachos del tablón”, muestran el estado descomposición de un gobierno que ya no tiene ninguna respuesta a los problemas por los que atraviesa el país. Y lo más grave es que le quedan dos años de mandato que, de seguir así, no podría completar.
Es que, aunque no hay una oposición que se lo reclame, bastan los desaciertos de este gobierno para acelerar los tiempos. Y un punto culminante, aunque parezca una anécdota, fue el baile de la presidente mientras morían 14 personas víctimas de los saqueos, una imagen que le habría costado varios puntos más en baja. Ya no la cubre el manto de piedad que le otorgó la sociedad por sus problemas de salud. La imagen personal se derrumbó y no hay signos de que esa situación pueda revertirse, ya que la inflación tendrá un piso del 3,5% en este diciembre. Y el Banco Central, gracias a las liquidaciones de apuro de la empresa Chevron, logró el viernes último sumar sólo 75 millones de dólares a sus reservas con relación al viernes anterior. Claro que, si se compara con los más de 500 millones de dólares que venía perdiendo por semana, es muy poco.
A Chevron le quedan para liquidar más o menos sólo 600 millones de dólares y hay que ver cómo funciona la letra emitida a favor de las cerealeras pagando un interés abusivo como es la de seguir la devaluación del dólar oficial que se hace a un ritmo del 7% mensual. Esto, a lo sumo, sirve para mantenerse en los 30.000 millones de dólares hasta el 20 de enero más o menos. Después de esa fecha y hasta fin de mayo, que es cuando se liquida la cosecha gruesa, se puede llegar a una situación límite.
En medio de este clima de indisciplina social, se produjo el escandaloso negociado de Cristóbal López con sus tragamonedas de la Capital Federal, con la complicidad de Mauricio Macri. Ayer en La Nación se da cuenta de que Lázaro Báez les garantizaba a los Kirchner un tercio de las habitaciones del hotel Los Sauces de la familia presidencial se ocupen o no las habitaciones. Otro tercio, en este caso de asientos de avión, iba para la deficitaria Aerolíneas Argentinas. De ahí la cerrada defensa presidencial de la gestión de Mariano Recalde por garantizar éste las ganancias de su propio hotel.
A todo esto se agrega la suspensión del fiscal José María Campagnoli por investigar a Lázaro Báez y al hermano “barra brava” de la flamante ministra de seguridad. Esto refuerza la intención en medios políticos y judiciales de avanzar con la “cosa juzgada írrita”. Es decir, la posibilidad de que en el futuro se anulen las sentencias que consagraron la impunidad penal de la familia presidencial y de sus empresarios testaferros como Báez, Cristóbal López o Gerardo Ferreyra, de la menos conocida Electroingeniería. Así las cosas, la inflación descontrolada, la impunidad obscena, la pérdida de reservas del BCRA configuran un vacío de poder alarmante que en pocos meses debería ser ocupado por algún sector político.
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