sábado, 7 de septiembre de 2013

Los muchachos peronistas

EL PAÍS Montevideo - Uruguay 

domingo 08.09.2013

por  Domingo Alvarez

Los muchachos peronistas


El 29 de agosto de 1963 una banda robó cien mil dólares de la remesa de sueldos del Policlínico Bancario, en Buenos Aires. Con una ráfaga de ametralladora asesinaron a dos empleados e hirieron a otros tres, sin mediar resistencia. En la operación participaron, al menos, diez militantes del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara, una escisión izquierdista de esa organización de extrema derecha, creado en 1957. Fue la primera acción reivindicada por un grupo guerrillero.
Una mirada sobre el perfil de los protagonistas permite aproximarse a las mentalidades que habrían de proliferar en las décadas siguientes: jóvenes universitarios de familias de buen pasar, muchos de ellos con una sincera sensibilidad social que no escondían un culto a “vivere pericolosamente”, antes habían jurado por Mussolini y Primo de Rivera, ahora estaban enamorados del peronismo, la Revolución Cubana y Mao; siempre de la violencia y la muerte. Estos rasgos fueron expuestos en un libro imprescindible “Montoneros. La soberbia armada” (1984), de Pablo Giussani, un periodista que los conoció íntimamente. La captura del entregador del Asalto, Gustavo Posse permitió la identificación de todo el grupo y la detención y condena de cinco de ellos (Mario Duaihy, Horacio Rossi, Jorge Caffatti, Tomislav Rivaric y José Luis Nell) y la orden de captura de otros (Ricardo Viera, Rubén Rodríguez, Carlos Arbelos, Alfredo Roca, Amílcar Fidanza y Joe Baxter y Luis Alfredo Zarattini).
Cuatro de los detenidos cumplieron largas condenas, hasta que fueron amnistiados por el gobierno peronista de Cámpora, en 1973. En cambio Nell, el asesino de la ametralladora, logró fugar del juzgado y se refugió en Montevideo, donde ya se encontraban Arbelos, Rodríguez, Roca, Cataldo y Baxter. Pronto se unieron a un incipiente grupo revolucionario que tomaría el nombre de Tupamaros. Hasta 1967 el vínculo sería activo y se mantendría a lo largo del tiempo. Esta historia, si el paciente lector lo acepta, será objeto de un próximo artículo.
En 1976 el grupo del Policlínico bancario se había dispersado; algunos como Baxter, Nell y Rodríguez habían muerto. Alfredo Roca, Horacio Rossi y Carlos Arbelos vivían en España. Éste se dedicaba al periodismo y la fotografía e iba camino a convertirse en uno de los mayores expertos del cante flamenco. También vendía alfombras y tapices. La esposa de Rossi había recibido una herencia que le prometía una vida tranquila y burguesa. Roca se dedicaba a la gastronomía. Un día Rossi llamó a Arbelos, al que veía con frecuencia: “Nos encontramos en El Comercial, te voy a dar una buena sorpresa, así que ni faltes ni te demores.” La sorpresa se llamaba Jorge Caffatti, otro de los pistoleros del Policlínico.
El “turco” Caffati era un peso pesado, un dirigente con liderazgo y bastante ideólogo. Se había separado de las Fuerzas Armadas Peronistas y buscaba organizar su propio grupo. Estaba “en España para recaudar fondos entre las organizaciones de solidaridad con el Tercer Mundo y así proseguir la lucha en Argentina.” Luego le dijo a Arbelos: “Quiero que hagas un trabajo de investigación. Cuando termines, se te pagarán diez mil dólares. Aunque Arbelos siempre dijo ignorar el destino de su “investigación”, el objeto era el secuestro de Luchino Revelli-Beaumont, un jerarca de la Fiat, radicado en París, más un diplomático de la multinacional que un gerente.
Durante el primer y breve regreso de Perón a la Argentina, en 1972, Fiat había pagado el charter y en el siguiente vuelo, el 20 de junio de 1973, el de la masacre de Ezeiza, Revelli Beaumont viajo junto a Perón. Vivió en Argentina entre 1973 y 1976. Resulta curioso que Revelli Beaumont haya sido el elegido para el secuestro que se concretó el 13 de abril de 1977 en París. El cerebro era Héctor Orlando Villalón (a) El Pájaro, otro personaje rocambolesco, ex secretario de Perón, entre mil peripecias, oscuras la mayoría.
Revelli Beaumont estuvo tres meses retenido; Caffati fue el operador y negociador. Pidieron treinta millones de dólares de rescate, pero arreglaron por dos y la publicación en los medios europeos de un texto a nombre de un Comité de Defensa de los Trabajadores italianos en Francia que disfrazaba el delito con un pretexto ideológico. El “Turco” Caffati volvió a la Argentina con su parte del botín y fue detenido el 19 de septiembre de 1978, secuestrado en la ESMA, donde se llevó la sorpresa de reconocer entre sus interrogadores a “Fredy” Zarattini, otro miembro de la banda del Policlínico: “Colaborá Turco y te hago zafar”. Pero no hubo caso, su cadáver fue arrojado al Río de la Plata desde un avión de la Armada.
Arbelos y Roca fueron detenidos en España, pero no se concedió la extradición a Francia; fueron coautores de varios libros reivindicando el peronismo. El último dato sobre Roca es que dirige un restaurante en Barcelona. Arbelos falleció en Sevilla en enero de 2010. Horacio Rossi, el “viejo” fue condenado a cadena perpetua en Francia, aunque nunca la cumplió, pues España también se negó a extraditarlo. Luego no se supo nada más de él hasta el 2001 cuando se desbarató una banda dedicada al robo de cajas de seguridad en Argentina y Uruguay. Rossi era el cabecilla, la cifra era fabulosa y lo más interesante es que “El viejo” guardaba las joyas robadas en los cofres de sucursales que había asaltado y que le quedaban cerca de su casa.
Mario Duaihy, otro de la banda del Policlínico, le tomó el gusto al asalto a mano armada. Había sido liberado en 1973 por la amnistía de Cámpora y se le perdió la pista hasta julio de 1986, cuando asaltó un Casino en Santiago del Estero. La policía lo persiguió, hubo un tiroteo; el cadáver de Duaihy quedó en tal estado que lo velaron a cajón cerrado, Tenía 44 años.
Más suerte en la vida tuvo Alfredo ‘Freddy’ Zarattini. Durante la dictadura trabajó para el Batallón 601 un servicio de inteligencia militar involucrado en acciones de guerra sucia en todo el continente; en el 2001 adhirió al coronel carapintada Mohamed Alí Seineldín. Actualmente es el vicepresidente y apoderado de Chañares Herrados, una empresa de explotaciones petroleras en Mendoza.

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