By admin on agosto 2, 2013 at 18:34
La fotito de campaña en la que
aparecen el Papa Francisco junto a Cristina Fernández y “dulce de leche” (así lo
llama Daniel Scioli) a Martín Insaurralde fue el premio consuelo de un capricho
de la Presidenta que Jorge Bergoglio no lo permitió.
El jueves 25 de julio, Cristina se
levantó con una idea fija en la cabeza. Ya se estaba preparando su viaje al
Brasil donde estaría junto a otros mandatarios en presencia de la última jornada
del Santo Padre en tierra brasilera.
Pero ese jueves a la mañana Cristina
tuvo uno de sus tantos berretines de quien se supone la celebridad número uno
del universo.
Les
dijo a sus colaboradores que iba a asistir el viernes a Brasil, junto a su
nieto, su hijo y su nuera, para que Francisco le diera la bendición al niño
recién nacido.
Un
viaje en avión para un bebé de días no es aconsejable, por muchas razones pero
principalmente por el daño que le puede ocasionar al recién nacido la trepada y
el descenso de la nave. Los oídos aún son frágiles para esos avatares de vuelo
que los pediatras recomiendan no hacer.
Pero la Presidenta no entró en
razones y había que cumplir su capricho. La foto de la abuela en brazos
bendecida por Francisco pretendía despertar “ternura de campaña” y su orden fue
activar el encuentro el viernes 27 con Francisco.
De paso, le daría un cachetazo
virtual a Horacio Verbitsky, ya convertido en un enemigo acérrimo del gobierno,
desde la salida de Nilda Garré hacia un cargo insulso en la ONU, y mucho más
desde que el CELS lo mandó al descenso al General Milani.
Cristina sabe que en un tiempo más
(no se sabe cuánto tiempo), el CELS volverá a cargar judicialmente contra Jorge
Bergoglio, a quien Verbitsky quiere acusar a toda costa de un pretendido vínculo
con el genocidio.
Es una guerra semi oculta entre ellos
dos, y en la casa del espionaje local ahora reconocen por lo bajo las relaciones
entre Verbitzky y la CIA. Vínculos de vieja data que alimentó económicamente la
Fundación Ford, justo denunciada como brazo legal por el uruguayo Mario
Benedetti cuando aún vivía.
Cristina le ordenó a Cancillería que
hiciera los arreglos necesarios para que Francisco bendijera ese viernes a su
nieto, y esa iba a ser la foto de campaña.
Pero se encontró con una inesperada
negativo del círculo privado del Papa Francisco para recibirla y hacer lugar al
circo electoral que pretendía la Jefa de Estado.
Literalmente, no le respondieron la
solicitud, o mejor dicho, la ningunearon y todo el operativo de viaje relámpago
al Brasil se interrumpió esperando la respuesta que nunca llegó.
El
viernes 26 finalmente Cristina cumplió el itinerario local que iba a
suspenderse, y se la vio en público enfurecida al máximo.
La
bronca era porque el Papa Francisco no hizo espacio a su capricho, y el domingo
siguiente apenas si le dedicó unos segundos al saludo protocolar junto a “dulce
de leche” Insaurralde.
Se las va a ver difícil en lo que
resta de su mandato para pretender que sus ínfulas de grandeza sean oídos en el
Vaticano.
En breve contaremos como se prepara
el Servicio Secreto de Roma para lidiar contra los enemigos del Santo Padre en
la Argentina.
El mismo Servicio Secreto que le
torció el brazo a la Polonia comunista cuando la URSS entró en “guerra santa”
contra Juan Pablo II. ¿Recordás como terminó esa contienda entre Polonia y el
papa polaco?
El Muro de Berlín cayó en 1989, y con
él sus países satélites. Juan Pablo II falleció de anciano una década y media
más tarde.
Los caprichos de Cristina o la maldad
de Verbitsky no tienen cabida en ese servicio secreta con sede en
Roma.
Por
Gerardo Ramos para SEPRIN


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